Cuando al inicio del trimestre pasado escribía sobre la vuelta al cole, la realidad era bien distinta a la que estamos viviendo actualmente. De momento, y durante el tiempo que la Dirección de Área Territorial nos permita, mi hijo seguirá sin ir al cole por depresión.
Ya por fin tenemos el informe del psicólogo que, como ya esperábamos todos desde fuera del ámbito escolar, no arrojó ningún dato nuevo respecto a Asperger u otro tipo de trastornos, tal y como sí había sugerido el colegio.
Lo que sí recalca dicho informe, para no empeorar la salud física y mental de mi hijo, es la necesidad imperante de finalizar la evaluación oficial, evaluación que se vio interrumpida unilateralmente por parte del departamento de orientación del centro, a la espera de los resultados del informe. Veremos cómo se desarrolla todo próximamente. Al curso escolar le quedan dos meses que compactan un trimestre completo, y en este breve espacio de tiempo han de suceder muchas cosas para que en septiembre mejore nuestra situación. En dos días se abre el periodo de solicitudes para que podamos pedir el cole nuevo, ya estamos impacientes por rellenar la documentación. Pero lo que es más importante es que esa evaluación oficial de AACC que se inició allá por el mes de diciembre y que ya estaba bastante avanzada, pueda finalizar de aquí a junio, con sus correspondientes medidas de apoyo educativo específico, que es la finalidad de la evaluación. El que no vuelva al centro este curso no es un tema que nos preocupe, pues ante todo, la salud mental de mi hijo es lo más importante, y tener que volver a enfrentarse a lo que le ha causado tanto sufrimiento, no creemos que sea lo más adecuado, al menos si no hay una atención educativa en marcha. Pues los contenidos y la metodología son los mismos, y los profesores los mismos. Sí, esos mismos profesores que tenían por costumbre gritar. Por eso queremos empezar de cero. Lo queremos y lo necesitamos. No os imagináis cómo se le iluminaron los ojos a mi hijo cuando se percató de las consecuencias positivas que iba a suponer un cambio de cole.
Mientras tanto nos queda un largo camino, un camino en el que aún debemos de trabajar mucho para mejorar esa autoestima y cambiar ese autoconcepto tan negativo que tiene hacia sí mismo. Trabajar porque siga aprendiendo a aceptar las tareas monótonas y aburridas. Trabajar por no exigirse tanto a sí mismo que acabe por provocarle mayor sufrimiento y preocupación de lo que ya lleva a sus espaldas. Por suerte, en casa sí que intercalamos las tareas monótonas, aburridas y carentes de creatividad con actividades que sí le atraen y le gusta realizar. Siempre se queja de lo mismo: no le gusta leer ni escribir. Por eso mismo, cuando se le plantea escribir una historia, es capaz de escribir párrafos y párrafos, y en vez de leerse los libros blancos de Pupi que no le gustan nada, se lee unos con mayor contenido, lenguaje menos infantil y temática que le gusta más.
Su psicólogo está siendo su salvación. Ha mejorado mucho estos últimos meses, pero seguimos convencidos de que su prueba de fuego será enfrentarse de nuevo a una clase. Una clase con explicaciones repetitivas, que no soporta y le provocan frustración, llanto y desesperación; una clase donde debe escribir palabras con be o uve, calcular cuántos patitos nadan en el lago y no sigo para no empezar a frustrarme yo también.
Resulta que desde que hace mini proyectos que evidentemente nada tienen que ver con los libros del cole, disfruta más escribiendo, leyendo, calculando, investigando, dibujando... eso sí, sigo teniendo que repetirle hasta la saciedad que todas las tareas escolares deben por ley escolar ser coloreadas sin excepción.
En fin, dos meses nos quedan para cerrar otra etapa, que esperemos sea la última tan negativa y destructiva. Necesitamos que las cosas vuelvan a fluir. Y además, no tengo ganas de darle la razón a esos artículos que hablan sobre que los niños de altas capacidades son problemáticos, tienen fracaso escolar, no se adaptan, etc. Necesitamos una escuela inclusiva que respete y atienda las diferencias normalizando, desde la verdadera inclusión, pues lo normal es que haya diferencias, compartiendo espacio con los demás, sin que ser más inteligente suponga tarea adicional sino diferente en esencia, pues nuestros hijos también tienen derecho a beneficiarse del sistema educativo, no que los castiguen por esa diferencia.