Hace tiempo que quería crear un blog
personal sobre mi experiencia con las altas capacidades y ahora que por
fin me he decidido no sé muy bien cómo empezar. Ni siquiera me he
marcado un objetivo claro. Lo que sí sé es que me gustaría dar mi propia
visión sobre este mundo, mi experiencia, que en definitiva, no difiere
mucho de cualquier familia, al menos en muchos aspectos habituales. Me gustaría mostrar al mundo, sobre todo al
mundo ajeno a las altas capacidades, la realidad de nuestra realidad. Y
es que hay demasiados mitos, demasiados prejuicios y demasiado
desconocimiento real sobre las altas capacidades. Y tampoco es una moda,
aunque últimamente lo parece.
Soy
una maleducada, ni siquiera me he presentado. Soy Valerie y tengo un
hijo de 6 años con altas capacidades. El camino y el proceso hasta la
confirmación fue largo y tedioso. De hecho le evaluaron con 4 años por
vez primera y aunque los resultados ya arrojaban altas capacidades, la
falta de experiencia y pericia por parte del evaluador, determinaron que
no era así. En aquel entonces, los resultados ya mostraban un talento
matemático y una creatividad muy elevada. Pero como los valores de la
parte verbal no dieron altos, lo descartaron. Hasta yo misma me di
cuenta que en ese informe fallaba algo. Más tarde, cuando pedí una
segunda opinión a un experto en Altas Capacidades, me confirmó mis
sospechas. Cuando le dije que además mi hijo estuvo prácticamente sordo
los tres primeros años de su vida, las piezas del puzzle empezaron a
encajar . Y es que en aquel entonces, yo también era una total ignorante
sobre este tema, con lo que ni siquiera supe escoger bien al profesional
que debía valorar a mi hijo, ya que no cualquiera puede evaluar. Lo
suyo es que sea un psicólogo clínico, con experiencia en altas
capacidades, profesional al que acudí hace medio año. Las altas
capacidades no son un número -supongo que esto muchos ya lo saben-, hay
indicadores, además de los tests psicométricos, que ayudan a completar
el perfil para determinar si finalmente es o no de altas capacidades,
una persona. Los indicadores los tenía, y los números aparecían en
ciertas áreas la primera vez, pero cuando un no profesional hace medias
aritméticas para sacar un CI o un percentil, mal vamos. Por suerte, la
segunda vez, hace seis meses, todo fue distinto. Pero yo seguía con mis
dudas, me decía una y otra vez... pero si a mí no me parece. Al día
siguiente, volvía a cambiar de opinión, y así estuve hasta obtener los
resultados. Superados sus problemas de sordera, su desarrollo de la
inteligencia verbal también aumentó exponencialmente, equiparándose
prácticamente a la no verbal, la cual ya era muy elevada a los 4 años.
El veredicto fue altas capacidades, asociadas a superdotación, pues sus
resultados eran muy superiores en todas las áreas. Para mí supuso un
alivio, porque para qué engañarnos, si un psicólogo privado determina
altas capacidades pero el CI no llega a 130 o no tiene creatividad alta,
te encuentras con un muro cuando pides que oficialicen las altas
capacidades en el colegio.
Ay
el colegio, éste es otro tema. Al acabar el curso pasado, su tutora de
infantil me recomendó que evaluara a mi hijo. Durante los 3 años de
infantil siempre rondó este tema por su cabeza pero siempre sin ponerle
nombre, las etiquetas son malas... o eso dicen. Y es que era más
importante su desarrollo emocional y social que el intelectual, porque
como iba sobrado... Fueron 3 años duros, muy duros en Infantil, con
constantes problemas de conducta, derivación a psiquiatría (el escueto
informe del orientador del colegio resumió en 5 líneas sus problemas
emocionales asociados a su alta sensibilidad), terapia con psicopedagogo
(200 euros al mes) porque acabé huyendo del psiquiatra, el cual, sin
conocerlo, ya quería medicarlo. Me dejé guiar por mi intuición, y no me
rendí. Y ahora echo la vista atrás y me doy cuenta que precisamente el
no atender sus necesidades intelectuales le han hecho a mi hijo pasar un
calvario en infantil. Mi hijo en casa no se parece nada a mi hijo en el
cole, ¿sospechoso? Tal vez. El caso es que viendo la poca intención del
colegio para evaluarle cuando pasara a Primaria, me decidí a ahorrar
nuevamente un dineral, renunciando incluso a vacaciones, para volver a
evaluarle una vez cumplidos los 6 años.
Cuando
por fin tuve los resultados, pedí cita con el EOEP para validar el
informe, pasar pruebas de contraste o lo que estimaran oportuno, para
acceder por fin al derecho de mi hijo a recibir una atención específica
asociada a su condición de alumno de altas capacidades. El orientador no
tardó en llamarme, se sorprendió porque no se lo imaginaba (la falta de
coordinación interdepartamental no es nada nuevo para mí), me dijo que
por qué no pedí la valoración en el colegio (en 3 años, el colegio no
hizo ademán ni tuvo intención alguna en valorar, a pesar de los
sobradamente conocidos problemas de mi hijo en el colegio y de las sospechas del equipo de Infantil). Cuando ya
apenas podía aguantar una carcajada de perplejidad, me soltó que ellos
atienden a los alumnos, aunque no lleguen a CI de 130. Luego añadió que
tenía un montón de casos, y que el orientador tardaría en poder atender a
mi hijo. Supongo que la prioridad cambió cuando vio el informe y vio
ese numerito que tanto les gusta ver, y por el que tanto preguntan
cuando saben que tu hijo es de altas capacidades. Pues en cuestión de un
mes, el orientador se citó con nosotros. Ahora estamos a la espera de
que le hagan la prueba de contraste y por fin puedan oficializar sus
altas capacidades, para ser correctamente atendido acorde a sus
necesidades, dentro del sistema educativo español. Teóricamente iban a
empezar a atenderle desde el minuto cero, lógicamente, tal y como le
ocurre a muchísima gente con hijos AC, ese contador de tiempo aún no se
ha puesto en marcha. En fin, paciencia. Llevamos tanto tiempo sufriendo
que un par de meses más o menos, no harán la diferencia... o sí.
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