Mi intención era esperar a la cita con el orientador de la semana que viene para escribir mi próxima entrada. Sin embargo, me apetecía, a modo desahogo, escribir sobre los últimos acontecimientos.
Finalmente nos deniegan el Servicio de Apoyo Educativo Domiciliario y a cambio hemos ganado una segunda visita a Psiquiatría del servicio de Salud Mental. Como esto no es democracia ni la opinión de todas las partes implicadas es tomada en cuenta, ya que basta una sola opinión del último que llega para desestimar todo lo demás, considero que aún queda mucho trabajo por hacer para que esto de la atención multidisciplinar pueda ser tomada en serio.
Ante todo, y a pesar de que no me muestro partidaria con las decisiones y juicios emitidos, me gusta mostrarme receptiva y colaborativa. Creo que solo así se puede construir algo productivo, y siempre que esa colaboración tenga por finalidad el bienestar de mi hijo.
Nos toca proceso de readaptación al centro escolar, y veremos cómo se desarrolla, pues aún no he podido hablar con el orientador escolar para ver cómo hacer que el proceso sea paulatino y positivo. Me anima saber que este curso escolar tiene sus horas contadas, así que espero que en este breve periodo de tiempo no surjan fantasmas del pasado.
Quién sabe, incluso cabe la posibilidad de que mi hijo reciba atención específica de apoyo educativo para estas cuatro semanas. Sin duda, sería un gran avance. Muchas veces se deja hasta el curso siguiente, pero al menos en algo estamos de acuerdo todas las partes implicadas: mi hijo necesita una adaptación urgente. Esperemos que esa adaptación no se quede solamente en aspectos a mejorar, pues mi hijo necesita subir esa autoestima que le anda rondando por la litosfera, y para eso tan importante es trabajar las fortalezas como las debilidades, para lograr un equilibrio.
Sin embargo, seguimos con lo mismo de siempre. El problema es de mi hijo, por lo tanto, intrínseco, tiene problemas adaptativos al centro escolar (en concreto al que asiste, lo cual no es extrapolable al resto de centros, al menos habría que ser prudentes al respecto), y la parte extrínseca intenta escurrirse siempre para pasar desapercibida. Es lo que se denomina en psicología social atribución externa por parte del centro. Resulta paradójico que sea mi hijo con 6 años quien suela hacer más atribuciones internas que el propio colegio, aunque también atribuye a factores externos sus "fracasos".
Como me considero una persona abierta, positiva y dialogante, me tomo esta recta final como un reto y como una medida que tendrá muchos beneficios para mi hijo. Al menos, eso es lo que espero. Y si hay que buscar el lado positivo de toda esta historia, como mínimo nos hemos ahorrado un par de meses de sufrimiento y estrés que nos ha ayudado a recuperar fuerzas para afrontar el tramo final de este camino. El último capítulo de dicha andadura será el 22 de junio.
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