Esta última entrada de hoy también está directamente relacionada con la conferencia de ayer, pues cuando se habla de inteligencia emocional, no podemos olvidarnos de alto tan importante como desarrollar nuestras habilidades intrapersonales. Hay gente que opina, conozco compañeros docentes que opinan así, que se debe de empezar por los demás y luego ya, dedicarse a uno mismo. Pero yo siempre he sido de la opinión de, "si no empezamos por nosotros mismos, difícilmente podremos ayudar y dedicarnos a los demás".
Con lo cual, lo primero que quiero dejar claro en esta entrada es que parto de mi opinión personal al respecto, pues para mí el camino es ése, empezar por uno mismo. En la conferencia de ayer, se habló de que dentro de las habilidades intrapersonales, estaban el autoconocimiento, la identificación y expresión de emociones, la automotivación de la que ya he hablado en mi primera entrada del día y por supuesto, la GESTIÓN EMOCIONAL, una asignatura pendiente de evaluación continua a lo largo de toda nuestra vida.
Todas las personas deberíamos de practicar la introspección, pero en el caso de personas de altas capacidades, creo que el esfuerzo y empeño que se debe de poner es incluso mayor, porque muchos niños lo que sienten es incomprensión del mundo que les rodea, necesidad de sentirse aceptados, sentimiento de no encajar e incluso piensan que su mundo interior es algo malo, pues muchas veces reciben rechazo, críticas y la no aprobación de su forma de percibir y sentir el mundo.
Por si aún hubiera dudas al respecto, la superdotación no es una patología, por lo tanto, no lleva vinculada ningún trastorno mental. Tal y como exponía ayer Maite Garnica, simplemente es una característica de la persona que conlleva un desajuste entre desarrollo intelectual y emocional, gran intensidad emocional y alta sensitividad (gran desarrollo sensorial). Por lo tanto, puede conllevar dificultades específicas:
- gran vulnerabilidad e hipersensibilidad emocional
- baja tolerancia a la frustración
- tendencia a generarse preocupaciones internas
- creación de miedos / fobias de origen real
- falta de control ante injusticias.
En nuestra sociedad, muchas veces no se entienden las reacciones de estos niños ante ciertas situaciones, se escuchan cosas del tipo: "Eres demasiado sensible", "no es para tanto", "es que le consientes y por eso se frustra", "es que le hablas como a un adulto y por eso se preocupa de cosas de adultos, y no de niños", "tener miedo es de cobardes", "la vida es así, hay que aceptarlo", etc.
La ignorancia, entendida en su acepción literal como falta de conocimiento en un tema concreto, muchas veces lleva a reaccionar de forma hostil, reprochadora, burlesca, sancionadora... a las reacciones de estos niños, tan intensos emocionalmente. El sentirse incomprendidos y tratados injustamente por su forma de sentir tampoco ayuda, y aunque es cierto que son ellos los que tienen que amoldarse al mundo, por otro lado, no deberían de dejar de ser ellos mismos, de perder su esencia, solo porque el mundo, la vida, la humanidad es lo que es.
Por suerte, si bien no es como una aspirina, que te la tomas y desaparece el dolor de cabeza, las personas tenemos la capacidad de gestionar nuestras emociones, para encontrar nuevamente el EQUILIBRIO, entre la desinhibición y la cohibición.
Esto significa que aunque la capacidad cognitiva es algo con lo que venimos cargados de serie, la inteligencia emocional es aprendida, y por lo tanto, susceptible a ser modificada y educada. Ahí es donde, en el caso de nuestros hijos, somos nosotros, sus padres, los que nos convertimos en sus coachers de referencia por excelencia.
Como he dicho antes, no se trata de que repriman sus emociones sino de que las mismas fluyan, pero con unos límites, moderando, para encontrar ese equilibrio tan famoso del que no he parado de hablar en todo el día. Si por ejemplo nuestros hijos crean miedos lo que hay que enseñarles es a enfrentarse a esos miedos, para que los miedos no se apoderen de ellos. Si donde se encuentra su desajuste es en la falta de control ante las injusticias, lo que tienen que desarrollar son herramientas adecuadas que les permitan dar respuestas proporcionales y adaptativas a la situación en cuestión. Es decir, ni desatendemos ni les animamos a que lo lleven al extremo, pues somos seres sociales y como tales debemos de aprender a adaptarnos sin convertirnos en mártires de la sociedad.
Todo esto se resume muy bien en un cuadro que se proyectó ayer sobre la gestión emocional dirigida hacia el pensamiento:
Ante una determinada situación nuestro organismo reacciona, pero rápidamente se produce el pensamiento, y es en ese punto donde podemos aprender a pararnos a tiempo. La experiencia es nuestra gran aliada, pues nutre nuestra memoria, con lo que podemos anticiparnos a la acción, sabiendo cómo hemos reaccionado anteriormente y qué hemos desencadenado con nuestra conducta o acción, para amoldarnos y ajustar nuestras respuestas de forma adecuada.
No es tarea fácil, y si ya los adultos tenemos dificultades para gestionar nuestras emociones, para los niños obviamente no iba a ser un camino de rosas. Paciencia, perseverancia y mucha comprensión y dosis de calma, nos ayudarán a lidiar con ello. Lo importante es creer en que podemos cambiarlo, en que podemos aprender. De nada sirven actitudes -que no aptitudes- derrotistas, pues ese es el camino fácil, conformarse que uno es como es y que no va a cambiar. Quien algo quiere, algo le cuesta, y con algo tan complejo como el mundo de las emociones, no iba a ser menos. Pero merece la pena.