sábado, 7 de enero de 2017

La alta sensibilidad

Si hiciera ahora mismo una encuesta sobre qué se entiende por alta sensibilidad, seguramente muchos contestarían que es ser muy sentimental, llorar con las películas, emocionarse, etc. Pero en realidad no es eso. Puedes ser altamente sensible y aún así no llorar con los anuncios de la tele (confieso que yo lo hago).

Gracias precisamente a que yo misma soy altamente sensible, comprendo muy bien a mi hijo altamente sensible. ¿Pero ser altamente sensible o PAS está relacionado con la alta capacidad? Pues sí y no. Sí porque muchas personas de AACC son a su vez PAS y no porque no todas las personas AACC son PAS. Es como la preococidad. Ni todos los precoces son AACC ni todos los AACC han sido precoces.

Comprender y empatizar con una persona altamente sensible (PAS) no es tarea fácil. Y es extraño, porque autores como Elaine Aron sostienen que entre un 15 y un 20% de la población es PAS. Muchos ni siquiera saben que lo son. Pero saber que lo eres te ayuda a conocerte mejor a ti mismo.

Y tampoco se vive del mismo modo ser PAS de adulto que de niño. De niño es mucho más complicado porque hay muchas cosas que aún no has aprendido a gestionar (falta experiencia vital para ello, o lo que es lo mismo, años de vida), porque hay cosas que no comprendes y porque para muchos adultos ser niño debería de ser algo sencillo, o no creen que su mundo interior sea rico, complejo y abstracto.

Ser PAS es un don, o eso dicen, o así debería de ser. Aunque la realidad es que hay que aprender a convivir con el PAS que llevas dentro, o puede llegar a ser una maldición. Lo importante es aceptarte a ti mismo tal y como eres, y aprender a convivir con ello, sacando lo mejor de ti mismo y de tu situación.

Yo soy PAS y me ha costado años aprender a conocerme mejor en este aspecto (en otros aún me queda camino que recorrer), pero hoy por hoy puedo decir que he aprendido a gestionarme de la mejor forma posible.

A mi hijo sin embargo le cuesta. Le cuesta porque todo le abruma. Siente de forma muy intensa, no solo a nivel emocional, sino también a nivel físico. Y no voy a entrar a hablar sobre las sobreexcitabilidades de Dabrowski pues no es mi intención en este blog -al menos de momento- entrar en teorías ni en neurociencia. Por el momento solo pretendo hablar de mi propia experiencia.

Mi hijo percibe el mundo de forma muy intensa. Sus sentidos siempre están muy despiertos y perciben hasta lo más sutil. Un olor agradable o desagradable, una melodía que le inspira ternura o el constante ruido de la gente. Con la comida es bastante "tiquismikis", pues le cuesta probar sabores nuevos y casi siempre lo rechaza de buenas a primeras. Una manía que tiene, por ejemplo, es olerse las manos constantemente cada vez que toca algo.

Pero no solo sus sentidos están a flor de piel. También es muy intuitivo y percibe mucho el lenguaje no verbal de las personas. Una mirada, un tono de voz, una postura... pueden desencadenar en él confianza o miedo, aceptación o rechazo. En Infantil tenía un compañero que no olía bien y procuraba evitarle. Una vez vino a casa una amiga suya a la que le olían los pies y le prohibió que se quitara los zapatos. No le decía el por qué (por suerte), pero luego me lo confesaba. Pero no siempre es así. A veces, un mal olor, una mirada poco amigable o una persona con un tono de voz elevado le transforman, y en vez de gestionarlo, aceptándolo o aislándose, acaban frustrándole, enfadándole o desencadenando un conflicto incluso mayor. La experiencia y la edad espero que le ayuden a gestionar todo esto en el tiempo.

Ser altamente sensible tiene sus ventajas y sus inconvenientes. A él de momento le han traído muchos problemas. Sobre todo con el sentido de la justicia, la justicia que él vive, por supuesto. Así, puede sentirse decepcionado, enfadado y molesto con su mejor amiga (desde los 3 años, son uña y carne), porque su hermana mayor le lleva la mochila, ya que le parece injusto que su amiga no la lleve y sea su hermana quien tenga que hacerlo. O empuja a una compañera de clase porque ha interrumpido a otra mientras hablaba -algo que le parece muy injusto- o se enfada con el profesor porque solo le castigan a él por hablar mientras que su compañero se ha ido de rositas a pesar de haber estado hablando también.. Es que además es muy ingenuo y tiene poca picardía. Y es que aún tiene que aprender a solucionar los conflictos mediante el lenguaje. El problema es que está muy mal visto el ser "chivato", y eso que yo le digo que es "informador", y que eso no es malo aunque los compañeros lo acusen. Porque tampoco ha aprendido aún a decirle a un compañero algo que le ha parecido mal o injusto, al menos en muchas situaciones que se dan de forma cotidiana. Lo que sucede es que acaba frustrándose por no ser capaz de enfrentarse a la situación. Seguimos trabajando en ello.






Precisamente por su alta sensibilidad, hasta el pasado verano, había ciertos programas o películas que creía que no era conveniente que viera. De hecho, hasta el año pasado le daban miedo las películas Disney, pues siempre había un malo, y no quería verlas, le asustaban. Y no es que quisiera sobreprotegerle, pero me daba mucha pena verle sufrir y llorar porque no entendía que hubiera tanta maldad en el mundo, tantas guerras y gente mala. Y eso que nunca había visto las noticias (yo no las veo porque sufro mucho viéndolas, prefiero leer la prensa). Pero los niños hablan y comentan y hablan de pistolas y de muerte tan a la ligera y no comprende que sus amigos hablen así sin sentir lo que él siente. Porque para él la muerte es el fin, es un "se acabó por siempre". Porque después de la muerte no hay nada, entonces, ¿por qué hay gente que se dedica a arrebatarle la vida a otros? No lo entiende.

El año pasado, en P5, estaban haciendo un proyecto sobre el universo. Y una compañera trajo un cuento sobre la perra Laika, y el cuento acababa en que Laika se convirtió en estrella. Durante una semana, mi hijo al irse a dormir, empezaba a llorar y a llorar. Así se tiraba una hora. Y yo sin entender qué le sucedía. Hasta que empezó a explicarme un poco. No entendía cómo Laika se había convertido en estrella, si era un perro y los perros se mueren, y solo quedan los huesos. Creo que antes ya dije que era bastante ingenuo, y es que aunque sepa distinguir muy bien realidad de ficción, cree demasiado en la verdad, y en lo que cuentan las personas, aunque sea a través de un cuento narrado por su profesora. Durante una semana intentó encontrar una explicación a esa afirmación que le habían hecho. Cada mañana al salir de casa, miraba al cielo hasta que un día me dijo: "Mamá, ya sé qué ha pasado. Laika no se convirtió en estrella y eso que vemos no es Júpiter, es el cohete de Laika que sigue dando vueltas alrededor de la tierra". Y tras ese descubrimiento cesaron los lloros antes de irse a dormir. Pasaron 4 ó 5 meses y un día me suelta. "Mamá, ya sé lo que ha pasado. Laika sí que se convirtió en estrella. El cohete en el que viajaba explotó y se convirtió en estrella, ya que una estrella se forma a partir de una explosión". Ahora ya no sé lo que piensa al respecto, solo sé que echa mucho de menos a Laika y que ya no quiere ir al espacio. Antes quería ser astronauta y astrofísico.

Cuando él tenía 4 años se murió nuestra perra, y muchas veces se acordaba de ella y se ponía a llorar. Decía que la echaba de menos. Durante año y medio ha intentado superar el duelo, y gracias a una de las sesiones con el psicopedagogo, acabó superándolo.

Pero no todo lo que rodea su sensibilidad es triste o negativo. Primero que la tristeza no es buena o mala, es un sentimiento, y como tal existe y no se puede pretender ocultar o negar. Siempre digo que lo importante es que les acompañemos, validemos sus sentimientos, aunque no sean los esperados.


Cuando pongo música (sobre todo si pongo música clásica que nos encanta a todos en casa), me invita a venir a charlar al salón. Y sino, va él solo y se sienta en el sofá, y simplemente se deja llevar. Le encanta. Pero también me encanta verle disfrutar de la belleza que nos ofrece la naturaleza, aunque sea un paisaje urbano. Cuando salimos a la calle es capaz de pararse a observar una flor, olerla, y disfrutarla. Cuando vamos de viaje siempre admira todo lo que le rodea. Todo le parece precioso. Y eso, queridos lectores, es algo maravilloso.

Cuando de repente me mira a los ojos y me dice: "Qué guapa estás hoy", no es algo que dice de forma banal, sino todo lo contrario. Ese día seguramente haya notado un brillo especial en mis ojos, o una mirada que le ha cautivado, porque luego me miro al espejo y solo veo ojeras.

Pero sin duda, lo que más ternura me produce desde siempre es su sentido empático. Yo considero que aún le falta mucho para aprender lo que es la empatía, pues su mundo sigue siendo bastante egocéntrico, pero si me ve triste, en seguida viene a consolarme, o si ve a alguien contento, en seguida se deja contagiar. Si necesito ayuda, no tengo que pedírsela, pues se da cuenta y me pregunta cómo puede ayudarme. Cuando sale a la calle, siempre tiene un "buenos días" preparado para todo aquel con el que se cruza, y ayer comprando en el supermercado, estábamos en la cinta para pagar ya, y detrás de nosotros había un señor con dos roscones que abultaban bastante. Hizo sitio en la cinta y le dijo al buen hombre si quería dejar la compra, que parecía que pesaba mucho. El resto de clientes y la cajera se quedaron sorprendidos. Pero seguramente se llevaron un buen recuerdo de la cola de ayer.

Quizá todo esto que cuento no explica demasiado bien lo que es la alta sensibilidad, pero así es como la vivimos nosotros. Con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.

1 comentario:

  1. Hola! gran historia, no lo conocía! Si tu fueras una docente, que medidas pondrías en el aula para ayudar a estos niños? Un saludo

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