No he tenido tiempo ni cuerpo para escribir antes. Como ya vaticinaba, la vuelta al cole este lunes después del descanso navideño, no ha sido para nada pletórico.
A las 8.05 de la mañana ya estaba recibiendo una llamada del cole, y solo hacía 5 minutos que había entrado por el umbral de la puerta. Entrar ya es decir mucho, ya que entre dos personas y a la fuerza tuvieron que meterlo dentro. Tuvo que ser un show, por suerte o por desgracia no pude verlo.
La noche anterior, cómo no, le costó conciliar el sueño, y a las 6 de la mañana ya se había despertado y empezaba a quejarse de dolor de garganta. Nos despedimos bien, sin contratiempos, y nada parecía indicar que las aguas tardarían demasiado poco tiempo en volverse turbias. Pero así fue. Ya en el coche de su amiga con la que va, empezó a anunciarse el desastre. Cada vez más nervioso y tenso, irritable, y necesitaba una brisa para estallar.
Lo primero que me dijo el jefe de estudios a la salida del cole fue: "es que no ha sido en el cole, ya vino así. Nosotros no nos responsabilizamos y no tenemos culpa". En ese momento no sabía si tirarme de los pelos o hacerle un plano de la situación, pero en vez de eso, recurrí a las nuevas tecnologías para enseñarle el famoso dibujo del cole-cárcel que había hecho mi hijo la última semana de clase antes de las vacaciones de Navidad. Le llamó la atención (¡Aleluya! ¡Algo es algo!) y estuve media hora intentando explicarle que aunque yo entiendo que las reacciones de mi hijo en ciertas situaciones son desproporcionadas, lo único que pido por parte de los profesores y demás personal del centro educativo, en el cual conocen la realidad de mi hijo, es que vean más allá de su irascibilidad. Pues solo está pidiendo a gritos ayuda. Que lo escuchen en vez de tacharlo de mentiroso (que no lo es, y no lo digo porque soy su madre), que les salten las alarmas y empiecen a actuar sabiendo la gran desmotivación que el niño siente por ir al colegio, que cuando no hace la tarea en clase no es por vaguería, es por falta de reto y por reiteración reiteradamente reiterada. Que está llegando a un punto en el que ir al colegio le provoca ansiedad, que esa ansiedad, unida a nerviosismo, se transforma en una mayor susceptibilidad, de modo tal que a la mínima que algo le pase o le hagan, salta, explota e intenta liberarse de ese malestar. Que le tengan en cuenta, que se dirijan a él con respeto, con paciencia, y lo escuchen de verdad. Pues se siente ignorado, su autoestima es un termómetro emocional que en horario escolar está por los suelos, y que menos mal que sube una vez cruza la puerta de salida.
Que no sé a qué están esperando para atenderle, que la burocracia es sinónimo de excusa, pues lo único que necesita un docente para atender a sus alumnos es VOLUNTAD. Que si un niño que necesita una ficha extra para reforzar un contenido no precisa de ningún diagnóstico para recibirla, ¿por qué los niños que necesitan más estímulo son apagados hasta consumirse? En teoría el orientador tenía que habérselo llevado un rato hoy para hacer una actividad. Menos mal que el disgusto de no haber aparecido se le ha pasado relativamente rápido.
Luego en las reuniones de padres -que también hemos pasado ya por ello esta semana- se les llena la boca de palabras, hablan de educación individualizada... y yo ya solo puedo reírme.
Hoy, miércoles, ha sido el primer día que al menos ha sabido mantener la compostura (tampoco nadie le ha tirado el almuerzo al suelo como sucedió ayer), aunque haya traído deberes de lo que no ha trabajado en clase. Incluso hemos tenido tiempo para preparar un mini proyecto para Ciencias sobre la unidad que están dando, para que mañana vaya un poco ilusionado, y ojalá le sirva de sedante emocional. Porque está claro que si no hacen nada en el cole, y muy a mi pesar, tendré que hacer el trabajo del profesor en casa, comenzando por algo tan vital como es la MOTIVACIÓN perdida.
Al menos hoy descansamos todos un poco mejor para recuperar fuerzas y afrontar los dos días que quedan para acabar la semana. Esperemos que acabe mucho mejor de lo que empezó (aunque difícil no es).
J***r me ha quedado mal cuerpo. Lo siento mucho por tu niño, tiene que estar pasándolo francamente mal. Y el colegio menuda porquería de apoyo que te dan, pobre crio, necesita alguien que le entienda. Como no va a tener ansiedad... Me da mucha rabia. Por cierto, yo diría que el termómetro lo tenía al borde de explotar, a 42.C lo menos... Ánimo, ánimo, ánimo! Y mucha comprensión en casa y paciencia con él
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